miércoles, 30 de enero de 2013

Flores negras, Julio Flores

Oye: bajo las ruinas de mis pasiones,
y en el fondo de esta alma que ya no alegras,
entre polvos de ensueños y de ilusiones
yacen entumecidas mis flores negras.

Ellas son el recuerdo de aquellas horas
en que presa en mis brazos te adormecías,
mientras yo suspiraba por las auroras
de tus ojos, auroras que no eran mías.

Ellas son mis dolores, capullos hechos;
los intensos dolores que en mis entrañas
sepultan sus raíces, cual los helechos
en las húmedas grietas de las montañas.

Ellas son tus desdenes y tus reproches
ocultos en esta alma que ya no alegras;
son, por eso, tan negras como las noches
de los gélidos polos, mis flores negras.

Guarda, pues, este triste, débil manojo,
que te ofrezco de aquellas flores sombrías;
guárdalo, nada temas, es un despojo
del jardín de mis hondas melancolías.

En el salón, Julio Flores

En tu melena, de la noche habita,
temblaba una opulenta margarita
como un astro fragante entre la sombra;
de pronto, con tristeza,
doblaste la cabeza
y rodó la alta flor sobre la alfombra.
Sin verla, diste un paso
y la flor destrozaste blandamente
con tu escarpín de refulgente raso.
Yo, que aquello miraba, de repente
con angustia infinita,
al ver que la tortura deliciosa
se alargaba de aquella flor hermosa,
con voz que estrangulaba mi garganta
dije a la flor ya exánime y marchita:
"¡Quién fuera tú... dichosa margarita,
para morir así... bajo su planta!"

Visión, Julio Flores

¿Eres un imposible? ¿Una quimera?
¿Un sueño hecho carne, hermosa y viva?
¿Una explosión de luz? Responde esquiva
maga en quien encarnó la primavera.

Tu frente es lirio, tu pupila hoguera,
tu boca flor en donde nadie liba
la miel que entre sus pétalos cautiva
al colibrí de la pasión espera.

¿Por qué sin tregua, por tu amor suspiro,
si no habré de alcanzar ese trofeo?
¿Por qué llenas el aire que respiro?

En todas partes te halla mi deseo:
los ojos abro y por doquier te miro;
cierro los ojos y entre mí te veo.

Tus ojos, Julio Flores

Ojos indefinibles, ojos grandes,
como el cielo y el mar hondos y puros,
ojos como las selvas de los Andes:
misteriosos, fantásticos y oscuros.

Ojos en cuyas místicas ojeras
se ve el rostro de incógnitos pesares,
cual se ve en la aridez de las riberas
la huella de las ondas de los mares.

Miradme con amor, eternamente,
ojos de melancólicas pupilas,
ojos que semejáis bajo su frente,
pozos de aguas profundas y tranquilas.

Miradme con amor, ojos divinos,
que adornáis como soles su cabeza,
y, encima de sus labios purpurinos,
parecéis dos abismos de tristeza.

Miradme con amor, fúlgidos ojos,
y cuando muera yo, que os amo tanto
¡verted sobre mis lívidos despojos,
el dulce manantial de vuestro llanto!

sábado, 26 de enero de 2013

A callarse, Pablo Neruda

Ahora contaremos doce
Y nos quedamos todos quietos.

Por una vez sobre la tierra
No hablemos en ningún idioma,
Por un segundo detengámonos,
No movamos tanto los brazos.

Sería un minuto fragante,
Sin prisa, sin locomotoras,
Todos estaríamos juntos
En un inquietud instantánea.

Los pescadores del mar frío
No harían daño a las ballenas
Y el trabajador de la sal
Miraría sus manos rotas.

Los que preparan guerras verdes,
Guerras de gas, guerras de fuego,
Victorias sin sobrevivientes,
Se pondrían un traje puro
Y andarían con sus hermanos
Por la sombra, sin hacer nada.

No se confunda lo que quiero
Con la inacción definitiva:
La vida es sólo lo que se hace,
No quiero nada con la muerte.

Si no pudimos ser unánimes
Moviendo tanto nuestras vidas,
Tal vez no hacer nada una vez,
Tal vez un gran silencio pueda
Interrumpir esta tristeza,
Este no entendernos jamás
Y amenazarnos con la muerte,
Tal vez la tierra nos enseñe
Cuando todo parece muerto
Y luego todo estaba vivo.

Ahora contaré hasta doce
Y tú te callas y me voy.

Desde arriba, Mario Benedetti

La inagotable sangre que se vierte en los mitos
Los crímenes que amueblan las mejores sagas
Los parricidios los incestos los tormentos
Las erinneas las moiras
Ilustran las rabietas celestiales.

¿Qué se podía esperar de los humanos
Con ese mal ejemplo de los dioses?

El alma no es el cuerpo, Mario Benedetti

Nos enseñaron desde niños
Cómo se forma un cuerpo
Sus órganos sus huesos
Sus funciones sus sitios
Pero nunca supimos
De qué estaba hecha el alma

¿Será de sentimientos /
De ensueños / de esperanzas?
¿De emociones / de tirrias /
De estupores?

Lo cierto es que / ignorada /
El alma arde en su fuego
Tiene espasmos oscuros
Punzadas de ternura
Suburbios de delirio

¿Será tal vez una inquilina
Del corazón?, ¿o viceversa?
Entre ellos no hay frontera

¿O será la asesora
Principal de la mente?
¿O viceversa?
Entre ellas no hay disputa

¿O será capataza
De la pobre conciencia?
¿O viceversa?
Entre ellas no hay acuerdo

El alma tiene hambres
Y cuando está famélica
Puede herir
Puede armarse
De enconos o de furias

No hay que pensar que el alma
Es un tul de inocencia
Ajeno a los agravios
Que sufren cuerpo y alma

En el alma se forman
Abscesos de rencores
Tumores de impaciencia
Hernias de desamparo

El problema es que no hay
Cirujanos de alma
Ni siquiera herbolarios

El alma es un secreto / una noción
Una nube que suele anunciar llanto
Pero después de tantas búsquedas
De pesquisas inútiles
Y de adivinaciones
Nos queda apenas una certidumbre /
Que el alma no es el cuerpo
Pero muere con él.

Alguien, Jorge Luis Borges

Un hombre trabajado por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur
de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
que hoy puede recordarla sin amargura,
un hombre que no ignora que el presente
ya es el porvenir y el olvido,
un hombre que ha sido desleal
y con el que fueron desleales,
puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad
que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso.

Sabe que no debe mirarla de cerca,
porque hay razones más terribles que tigres
que le demostrarán su obligación
de ser un desdichado,
pero humildemente recibe
esa felicidad, esa ráfaga.

Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno.

Lectores, Jorge Luis Borges

De aquel hidalgo de cetrina y seca
tez y de heroico afán se conjetura
que, en víspera perpetua de aventura,
no salió nunca de su biblioteca.

La crónica puntual que sus empeños
narra y sus tragicómicos desplantes
fue soñada por él, no por Cervantes,
y no es más que una crónica de sueños.

Tal es también mi suerte. Sé que hay algo
inmortal y esencial que he sepultado
en esa biblioteca del pasado
en que leí la historia del hidalgo.
Las lentas hojas vuelve un niño y grave
sueña con vagas cosas que no sabe.

martes, 22 de enero de 2013

Canto Negro, Nicolás Guillén

¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo,
repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo
baila yambó sobre un pie.

Mamatomba,
serembe cuserembá.

El negro canta y se ajuma,
el negro se ajuma y canta,
el negro canta y se va.
Acuememe serembó,

yambó,
aé.

Tamba, tamba, tamba, tamba,
tamba del negro que tumba;
tumba del negro, caramba,
caramba, que el negro tumba:
¡yamba, yambó, yambambé!

miércoles, 16 de enero de 2013

Si la muerte quisiera, Alfonsina Storni


Tú como yo, viajero, en un día cualquiera
Llegamos al camino sin elegir la acera.
Nos pusimos un traje como el que llevan todos
Y adquirimos su aspecto, sus costumbres, sus modos.

Hemos andado mucho, sujetados por riendas
Invisibles, los ojos fatigados de vendas
Tenemos en las manos un poco de cicuta ,
Perdimos de la lengua el sabor de la fruta
Y sabemos que un día seremos olvidados
Por la vida, viajero, totalmente borrados.

Y tú y yo conocimos las selvas olorosas...
Y tú y yo no atinamos jamás a cortar rosas .

Frente al mar, Octavio Paz

1

¿La ola no tiene forma?
En un instante se esculpe
y en otro se desmorona
en la que emerge, redonda.
Su movimiento es su forma.

2

¿Las olas se retiran?

¿ancas, espaldas, nucas?
¿pero vuelven las olas?

¿pechos, bocas, espumas?.

3

Muere de sed el mar.
Se retuerce, sin nadie,
en su lecho de rocas.

Muere de sed de aire.

viernes, 4 de enero de 2013

Paz, Alfonsina Storni


Vamos hacia los árboles... el sueño 
Se hará en nosotros por virtud celeste. 
Vamos hacia los árboles; la noche 
Nos será blanda, la tristeza leve. 

Vamos hacia los árboles, el alma 
Adormecida de perfume agreste. 
Pero calla, no hables, sé piadoso; 
No despiertes los pájaros que duermen.